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Nuevo Orden Mundial y la Unidad Latinoamericana

Cortesía:

Córdova Zerpa Elio

 La integración económica en Latinoamérica entendida en el marco del actual Orden Mundial (OM), signado por el predominio de la globalización neoliberal en crisis, se sostiene sobre un conjunto de preceptos teóricos que inexorablemente han conducido al estrepitoso fracaso en los procesos de “acercamiento” político, económico, social, cultural que pudieran combatir las profundas desigualdades sociales inherentes al modelo neoliberal.  

La teoría y la práctica neoliberal va en dirección contraria a los intereses de las grandes mayorías. Bajo los famosos “supuestos”, ejercicio predilecto de los economistas que le postulan para crear escenarios estáticos e impersonales donde no tienen cabida ninguno de los problemas sociales que adolecen nuestros pueblos, y lo más importante, repiten dogmáticamente recetas que deliberadamente omite el carácter heterogéneo de las estructuras productivas de la región.

El hegemón (EE.UU), a través de la super estructura -conciencia social: La familia, universidad, filosofía, política, arte, religión, entre otros- del OM, moldea según sus intereses una conducta social a través de la cual se impone lo irracional. Tal es el caso de los diferentes mecanismos de integración -bajo preceptos neoliberales- se aceptan/imponen como la única vía para garantizar crecimiento económico y desarrollo. Aún cuando los resultados han sido absolutamente lo contrario, todos esos procesos de integración esconden en su interior el germen de la desunión y la atomización del territorio latinoamericano, sirviendo la mesa para que, el proyecto de los Tratados de Libre Comercio (TLC) y la agenda de la dolarización se impongan, asegurando la hegemonía política, económica, social, cultural, militar en el continente.  

En otras palabras, tras la propuesta de integración se ocultan intereses políticos, económicos y geopolíticos en consolidar un gobierno supranacional con dominio absoluto sobre el territorio. Tenemos décadas atrapados en un círculo vicioso, que nos hace perder tiempo, fijando la mirada en solucionar problemas que nos imponen desde la lógica dominante, negándonos así, la posibilidad real, de pensar con criterio propio y autodeterminación estrategias de acción para atender las desigualdades que nos permitan garantizar bienestar y calidad de vida en el marco de una agenda soberana de cada país, bajo la visión de unidad regional.

De allí la necesidad de replantear, el análisis, la estrategia y el accionar colectivo, con los que se sostendrá la unidad latinoamericana. Entendida ésta, como una categoría conceptual de mayor alcance y profundidad que la integración económica per se. La unidad se construye sobre la base consciente de los procesos históricos que dan forma y lugar a las estructuras económicas tal y como se perciben hoy día con sus diversos matices, con la imperiosa necesidad de transformarse.

La unidad latinoamericana es la premisa. Hoy más que nunca estamos en la obligación histórica de trascender las barreras inoculadas por el proyecto del hegemón. Exige reconocernos como iguales, sin doblegarnos ante ningún poder supranacional. El desarrollo de las relaciones sociales de producción capitalista ha devorado buena parte de los reservorios naturales del mundo. Nuestra desventaja el subdesarrollo -que al mismo tiempo ha permitido preservar nuestras riquezas naturales- se perfila como una fortaleza de cara al Nuevo Orden Mundial que debemos capitalizar a partir de una monolítica y férrea unificación de naciones con el propósito de situarnos en la geopolítica mundial, desde una posición más ventajosa redundando fundamentalmente en la calidad de vida y la autodeterminación de nuestros pueblos.