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La Política Exterior China y el Declive del Hegemón

Cortesía:

Córdova Zerpa Elio

 

Nadie tiene duda ya de la relevancia de Asia y su motor principal, China. Su ascenso es imparable, así ha quedado demostrado en los últimos cuarenta años convirtiéndose en una de las principales economías del mundo. La visión que proyecta en el ámbito nacional y mundial es la de un hilvanado proceso de integración económica del más largo plazo.

Durante las últimas décadas, el gobierno chino ha venido impulsando -de forma progresiva y sistemática- una política de acercamiento cultural, político, económico, social, tecnológico, entre otros, con los diversos países del orbe. Sobre todo, con el continente suramericano. Ello con el principal propósito de dar a conocer sus planes como potencia emergente de cara al año 2050.

Ante esta realidad, el mundo de hoy que responde aún a la hegemonía de los EE.UU. asiste a estos tiempos -cual espectador del Coliseo Romano- a una lucha feroz entre la actual potencia mundial, en declive y el principal proveedor de su deuda externa, aspirante a derrocarle, China.

En razón de ello, todo lo que represente una amenaza para los intereses hegemónicos del actual Orden Mundial es atacado y vilipendiado por todos los frentes: 1) Desde el ámbito cultural, se juzga peyorativamente bajo el tamiz occidental la cultura china, reduciéndola a un pueblo que come arroz y lumpia frita, tiene malos modales y es poco aseado. 2) Desde la economía, el principal ataque se reduce a la idea de productos de mala calidad construyendo una animadversión hacia el consumo de los bienes que producen. 3) Desde el ámbito político, se plantea el ascenso de china como un nuevo imperio que va a sustituir al hegemón actual. 4) Desde el ámbito tecnológico, la férrea política exterior y acciones emprendidas para contrarrestar la oferta de transición digital y expansión de la tecnología 5G que ofrece China a los países del mundo.

Entre otras, estas razones han alimentado la alocada y guerrerista política internacional por la cual los Estados Unidos ha creado y alimentado situaciones potenciales de conflicto que van desde Hong Kong, hasta -lo más reciente, en pleno desarrollo- Taiwán, con el objeto de neutralizar la aventajada expansión del gigante asiático.

El gobierno chino ha sabido sortear con mucha sabiduría las adversidades. El desarrollo científico técnico de la economía china la posiciona como la fábrica del mundo, de allí que la gran mayoría de los procesos productivos en otras latitudes fueron desmontados y trasladados a China. Siendo así, uno de los principales destinos de las inversiones extranjeras.

El mensaje es fuerte y claro: somos un pueblo de paz decididamente encaminado a cambiar las condiciones que determinan el Orden Mundial como lo conocemos. Una política exterior regida por los principios básicos del respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial; no agresión; no injerencia en asuntos internos de otros Estados; igualdad y beneficio mutuo; y coexistencia pacífica en el desarrollo de las relaciones.

Estos elementos nos permiten inferir que esta potencia, con todas las posibilidades materiales para imponer por la fuerza una política de subordinación y saqueo -a diferencia de lo que EE.UU. ha hecho- lo que pregona es una verdad meridiana y que no podrá ocultarse ni será revertida: el nuevo equilibrio de las relaciones internacionales, los tiempos están cambiando y ningún país del mundo quiere vivir bajo la sombra y el tutelaje del hegemón.

El modelo globalizador neoliberal atraviesa una profunda crisis directamente proporcional al desarrollo de este país asiático y el bloque de economías emergentes BRICS, en los que se encarna la esperanza de los pueblos hastiados de atropellos, arbitrariedades y barbaries a las que han sido sometidos gracias a la constitución del Orden Actual.