En 1976, el filósofo francés Michel Foucault introdujo el termino Biopolítica, entendiéndose como una forma específica de gobierno que aspira a la gestión de los procesos biológicos de la población, es decir, el control de vida y rutina de los sujetos, cómo las sociedades contemporáneas la regulan –condicionando su comportamiento con disciplina, vigilancia y adiestramiento- a partir del control institucional del cuerpo y su intervención demográfica, así como la correspondiente administración de la población.
Según Foucault, el biopoder utiliza la medicina (bioseguridad, big pharma) como estrategia política y se aplica de dos formas:
En este mismo orden y dirección, Foucault en su trabajo Vigilar y Castigar, Nacimiento de la Prisión (1975), señala que los cuerpos dóciles se forman a través de la coerción, movimientos, gestos, actitudes, rapidez; poder infinitesimal sobre el cuerpo activo. En atención a ello, el autor evidencia que con la disciplina «aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia). Es evidente entonces que con ello, se «disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace de este poder una «aptitud», una «capacidad» que trata de aumentar, y cambia por otra parte la
energía, la potencia que de ello podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción estricta», lo cual se fortalece con el sometimiento psicológico del miedo.
Ahora bien, haciendo especial énfasis a la emergencia sanitaria provocada por el Coronavirus (Covid-19), se resalta la importancia de la Biopolítica de Foucault, referenciando a la pandemia que ha puesto en confinamiento (cuarentena social, toque de queda, aislamiento obligatorio, cierre de fronteras) domiciliario
a la población mundial como medidas de los gobiernos para frenar la curva de contagios y que ha cobrado miles de vidas humanas alrededor del mundo. Las ideas y reflexiones expresadas evidencian el control ejercido a través de los cuerpos y las mentes.
En este mismo orden de ideas, en términos económicos, el COVID-19 ha impactado en la economía mundial y el comercio exterior por:
Orientando estas consecuencias al papel de los Estados Unidos de América, es importante recordar la guerra comercial que mantiene con la República Popular China, así como sus medidas proteccionistas y comercio desleal con diversos países del mundo, Sanciones y Bloqueo Sistemáticos, como medidas coercitivas contra varios Estados para mantener su supremacía mundial, y que puede tener un papel preponderante al realizar en sus laboratorios pruebas –ensayos en humanos- en la vacuna contra el Covid-19, y su impacto en los derechos y beneficios que puede generar patentarla.
Otro punto resaltante con el brote del Covid-19 es la capacidad de obtener cifras altas de dinero con los productos farmacéuticos de las grandes corporaciones farmacéuticas establecidas en EE.UU, las cuales tienen libertad para establecer precios, su distribución y comercialización, lo que atenta con el derecho de
salud de todos sus connacionales, sobre todo aquellos en estado de vulnerabilidad o indefensión.
Como se observa, dada las condiciones que anteceden, bajo la teoría del caos, el control se instala bajo las figuras de pánico colectivo, noticias falsas o «fake news» y producción de incertidumbre, siendo este último asociado a uno de los métodos que aplica la neurosis, con el propósito de ubicar al enfermo fuera de la realidad y así poder aislarlo del mundo, según señala Sigmund Freud.
En síntesis, los Estados deben adoptar e implementar políticas públicas eficientes y eficaces en materia de: Salud y Seguridad Sanitaria, Ciencia, Tecnología e Innovación y Propiedad Intelectual, todo ello, como garantía de cobertura universal, prestación de servicios a todos los ciudadanos, intervenciones específicas para hacer frente a los problemas sanitarios prioritarios, así como todos los que se presenten y aquellas
contribuciones a la salud que pueden llevarse a cabo mediante la colaboración intersectorial con el propósito de combatir este tipo de acciones negativas por parte de las Élites globales. No obstante, los Estados deben seguir forjando la humanidad y solidaridad multipolar para hacer frente a los problemas de salud pública y avanzar en la consolidación del equilibrio económico, social, ecológico y humano global.
Por: Patriacia Salazar
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