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De estafas u ofertas engañosas: el preámbulo de una agenda neoliberal

Cortesía:

Córdova Zerpa Elio

En la década de los años 70, posterior al agotamiento del Régimen de Producción Fordista-Keynesiano, Latinoamérica presencia el resurgir con euforia del neoliberalismo, mediante el cual se reducía la presencia del Estado en la actividad, y se apostaba al libre mercado, como la mejor opción para garantizar los procesos de distribución, compra y venta.

 

Dicha extenuación fue acelerada por el fenómeno en marcha de la Globalización, que ocupó buena parte del pensamiento científico para le época, con la irrestricta influencia de las nuevas tecnologías para intensificar el alcance y magnitud del proceso globalizador.

 

En lo económico se aceleró la interconexión de los mercados rompiendo las barreras geográficas y culturales, entre otras. En lo social, se promovió la pérdida de la memoria histórica, la identidad, el desarraigo. En el ámbito político se vendió la existencia de gobiernos supranacionales.

 

La historia reciente sobre los últimos 53 años es bastante aleccionadora. No existe una sola experiencia que, bajo los planteamientos neoliberales, se haya traducido en bienestar para el pueblo. Por el contrario, cada paso, cada acción está pensada para saquear los activos de la Nación, quebrarlos y luego rematarlos al “mejor postor” a precio de gallina flaca.

 

Un negocio redondo que resulta oportuno recordar y poner sobre la mesa ante esta especie de moda, sobre la cual, algunos “intelectuales” discuten a raíz de la “propuesta de gobierno para Venezuela” de María Corina Machado, que -paradójicamente- expone en territorio de los EUA a sus financistas en demostración clara del servilismo leal que profesa.

 

El plan de gobierno de esta candidata, constituye una confesión de lo que sería un hipotético Gobierno bajo su mandato. Plantea la reducción del gasto público y la privatización de la principal industria venezolana: Petróleos de Venezuela (PDVSA), lo que no es más que el libreto neoliberal -con sus fórmulas para garantizar equilibrios macroeconómicos- en función de los intereses del proceso de acumulación capitalista, en contraposición del empobrecimiento y proliferación de las desigualdades sociales.

 

Su ambición desmedida por el poder mueve cada uno de sus pasos. Con esos planteamientos -irresponsables- hace el lobby político con los sectores más reaccionarios del establishment norteamericano para garantizar el apoyo económico y militar en su misión “kamikase” por el poder, para luego entregarles en bandeja de plata el país.

 

Privatizar PDVSA bajo la argumentación que está quebrada y que, en manos de los privados, será mucho mejor administrada no se lo traga ni el economista más neoliberal del país. Nadie saca un dinero por un activo que no sirva. Por el contrario, la estrategia para saquear el erario público nacional consiste en posicionar en el imaginario colectivo esa idea para luego, cuando se concrete la operación, no tener mayor resistencia por parte de la opinión pública. Como por arte de magia el activo cuadruplica su valor haciendo más rico a su nuevo dueño en detrimento de los intereses del Estado quien perdería su mejor activo.

 

Afortunadamente, esa opción resulta poco creíble para las grandes mayorías del país, no cuenta con el músculo social -en virtud de la poca aceptación- para hacerse del poder por la vía electoral. No obstante, no hay enemigo pequeño. La guerra económica contra nuestro país ha incrementado las desigualdades sociales impactando negativamente el nivel de vida de los venezolanos. El reto que nos ocupa consiste en atender prioritaria y oportunamente las heridas sociales y progresivamente, mediante el surgimiento del nuevo modelo post-petrolero, recuperar el nivel de vida de los venezolanos.